domingo, 23 de abril de 2017

Descripción del problema

Cómo me acerqué al problema.

Soy Ismael Guerra Amparo, nací en un pueblo del municipio de santiago Ixcuintla en el estado de Nayarit. Allí, en mi pueblo natal, San Andrés, cursé mi educación primaria y secundaria. Como esos eran los únicos niveles educativos que existían entonces ahí, para continuar mis estudios me trasladé a la zona sur del estado para hacer un bachillerato técnico. Lamentablemente, proviniendo de familia numerosa (soy el tercero de  nueve hermanos) y de escasos recursos, mis papás no pudieron darme más apoyo económico, por lo que regresé a mi pueblo a la vida del campo, dejando truncos mis estudios.
Cinco años más tarde me vine a vivir a la ciudad de Tepic, donde terminé la preparatoria e ingresé a los estudios superiores. Me gradué como Licenciado en Psicología del Instituto Las Américas de Nayarit, S. C.
Como profesional, mi primer oportunidad me la dio el propio Instituto Las Américas, esa es una de mis más gratas experiencias, aprendí de mis compañeros maestros y personal administrativo, pude desempeñarme como maestro de grupo y coordinador académico. Trabajé en otras instituciones de nivel superior y medio superior del orden particular, por citar algunas: Universidad Tecnológica, Escuela Normal de Especialización y Universidad Vizcaya.
En el año 2006 se me presentó la oportunidad de concursar mediante examen de oposición el ingreso a los Servicios de Educación Pública de Nayarit (SEPEN) en el nivel de Educación Especial. Ingresé al servicio con la asignación de psicólogo orientador adscrito a la Unidad de servicios de Apoyo a la Educación Regular (USAER) número 41, ubicada en el municipio serrano de Huajicori al norte del estado, perteneciente a la zona No. 3 de Educación Especial. 
En la zona No. 3, en el ciclo escolar 2009-2010 fui comisionado en la función de asesor técnico pedagógico, función en la cual me desempeño desde entonces. Con la reforma educativa del 2013 participé en el concurso de promoción para la función, con lo que pude tener un cambio de adscripción a la zona No. 1, ubicada en la ciudad de tepic.
Desde mi ingreso a los SEPEN los temas de integración e inclusión educativa han sido el centro de mi labor docente. Promover en las escuelas regulares la aceptación de alumnos con alguna discapacidad o condición que lo hiciera aparecer como "diferente" por la cual fuera víctima de discriminación o rechazo. Promover esta aceptación ha implicado desde el hecho que la escuela permita el ingreso del alumno, es decir que lo inscriba, hasta el que ya estando dentro se le brinden respuestas educativas pertinentes a sus necesidades, orientando a maestros y padres de familia.

La educación es un derecho de todos, el artículo 3ro. constitucional además plantea que ésta debe ser de calidad.  La educación es el derecho más importante en la lucha contra la discriminación, al considerar que ningún otro derecho potencia tanto el ejercicio de los derechos civiles, la igualdad y la libertad, además de que provee a los individuos de las herramientas necesarias para enfrentar la vida. Es en la escuela donde los prejuicios, los estigmas y marcadores sociales son domesticados o eventualmente fortalecidos. O al menos, así debería ser.
Los grupos considerados como vulnerables a la discriminación y a la exclusión, falta de oportunidades y violación de sus derechos son los conformados por: mujeres, niñas y niños, jóvenes, personas adultas mayores, personas con diversidad sexual, minorías étnicas, minorías religiosas, personas con discapacidad, personas migrantes y personas trabajadoras del hogar (CONAPRED, 2011). Para acceder a una sociedad más justa y equitativa, diversas instituciones, entre ellas las educativas, deben enfrentar numerosos retos, como la atención a la diversidad. Visto desde este ámbito, atender a la diversidad significa que las alumnas y los alumnos accedan a una educación de calidad, independientemente de sus características personales, familiares o sociales, permitiendo así el desarrollo de una sociedad más justa y que brinde oportunidades a todos, reduciendo la exclusión y la discriminación para que el alumnado pueda enfrentar los desafíos que se les presenten a lo largo de su vida de una manera satisfactoria.
De la integración a la inclusión.
Numerosos tratados internacionales han buscado garantizar el cumplimiento del derecho de todos los niños a la educación y dar atención a sus condiciones de desigualdad, tales como la Conferencia Mundial de Educación para Todos: Satisfacción de las Necesidades Básicas de Aprendizaje, realizado en Jomtien, Tailandia (UNESCO, 1990) y la declaración de Salamanca, en el marco de la Conferencia Mundial sobre Necesidades Educativas Especiales: Acceso y Calidad (UNESCO, 1994), En México, la primera respuesta para atender a las necesidades de todo el alumnado surge con la propuesta de integración educativa de las alumnas y los alumnos con necesidades educativas especiales (NEE), en 1993; esta propuesta se fundamentó en el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (García, 2010). Al basarse en las NEE, en el país no se buscó solamente la integración de los estudiantes con discapacidad, sino también de aquellos que requerían apoyos distintos a los que ya había en la escuela para su escolarización exitosa.
Echeita (2006) señala que la inclusión es un término resbaladizo en el contexto internacional, esto quiere decir que existe una amplia gama de discursos al respecto. Una de las definiciones que ha tenido mayor aceptación es la propuesta por Booth y Ainscow (2002) en la cual consideran a la inclusión como: “Un conjunto de procesos orientados a aumentar la participación de los estudiantes en la cultura, los currículos y las comunidades de las escuelas”.
Desde esta perspectiva la inclusión está relacionada con el acceso, la participación y  logros de todos los alumnos, con especial énfasis en aquellos que están en riesgo de ser excluidos o marginados. Implica transformar la cultura, la organización y las prácticas de las escuelas para atender a la diversidad de necesidades educativas de todo el alumnado; la enseñanza se adapta a los alumnos y no éstos a la enseñanza; las acciones van dirigidas principalmente a eliminar o minimizar las barreras físicas, personales o institucionales que limitan las oportunidades de aprendizaje, el pleno acceso y la participación de todos los estudiantes en las actividades educativas (Ainscow, 2004; Booth, 2006).
 La educación inclusiva debe aceptar a todos los niños y niñas como lo que son, en su propia realidad, sin olvidar que todos somos una combinación de rasgo psicológicos, sociales, culturales y por lo tanto, todos somos diferentes pero con los mismo derechos. La educación inclusiva no está destinada por lo tanto, solo a la atención de niños con algún tipo de discapacidad o necesidades especiales, sino a todos los niños que pertenecen a una escuela: alumnos sin importar sus característica (J. Fernández, 2006). 
La inclusión precisa la identificación y la eliminación de barreras, las que muchas veces se relacionan con las actitudes y creencias de las personas, reflejándose así en las culturas, las políticas y las prácticas escolares (Ainscow, 2005).
En mi recorrido por las diferentes escuelas, y a pesar que en el plan de estudios 2011 se plantea como uno de los principios pedagógicos, aún no se consolidan estas culturas y políticas inclusivas que se vean reflejadas en las prácticas inclusivas en las aulas. Por tanto, considero importante promover que en las escuelas se incrementen estas prácticas, pues con ello se mejorarían los procesos educativos y la atención de todos los alumnos, garantizando su derecho a una educación de calidad.

De todo lo anterior surge el siguiente cuestionamiento:

¿Se pueden promover e incrmentar las prácticas inclusivas en una escuela primaria a través del trabajo con los docentes?

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